Un pequeño plan… como salvar el planeta

En los últimos años, es bien notoria la creciente ansiedad de una generación joven que lucha contra la inacción de sus antecesores respecto al cambio climático y ante un futuro incierto. Un claro ejemplo de ello es la presencia de activistas adolescentes como Greta Thunberg, que ha acaparado todos los noticiarios de alrededor del globo. Es así como el célebre actor francés, Louis Garrel, regresa a la dirección con Un pequeño plan… como salvar el planeta, que cuenta la epopeya de un grupo de niños que tratan de salvar el mundo.

La trama, en un principio, es extremadamente original. La secuencia de apertura en la que el joven Abel, interpretado por el propio Louis Garrel, y Marianne, interpretada por Laetitia Casta, descubren que su hijo Joseph ha vendido todas sus valiosas posesiones, está llena de ingenio, ironía y sarcasmo que hace reír. Desde el inicio se nos  plantea la contraposición entre el idealismo propio de la infancia y la rectitud o el realismo de la vida adulta, así como el escepticismo propio de los mayores que tienden a banalizar y trivializar conflictos como el medio ambiente.

Sin embargo, todas las buenas intenciones que tiene la película para concienciar sobre ello quedan difuminadas por una serie de problemáticas en la narración. En primer lugar, hay un subtexto colonialista en su relato que podría indicar un blanqueamiento del imperialismo y sus consecuencias nocivas a lo largo de la historia: un grupo de europeos viajan a África, un continente claramente desfavorecido, para actuar como salvadores. Además, todos los protagonistas son blancos y los negros están relegados a un segundo plano, casi anecdótico, incluso en el seno africano.

En segundo lugar, el proyecto infantil y su desarrollo carece de la suficiente verosimilitud. Cuesta creer que un grupo de niños tan pequeños organicen un montaje tan elaborado sin el conocimiento de ninguna autoridad o figura adulta. Del mismo modo, la subtrama en torno a la sexualidad del niño es completamente innecesaria y desvía la atención de la historia.

Otro aspecto cuestionable es que el largometraje ofrece una solución demasiado simple para un asunto mucho más complejo y extenso como es el cambio climático. Asimismo, su desenlace es algo histriónico y denota un trasfondo paternalista poco acertado. Los personajes no son más que aquello que critican, contradicciones andantes, los llamados fake woke.

Si bien Un pequeño plan… como salvar el planeta –su título original es mucho más efectivo, que se traduce a “La cruzada”– es un film agradable y pequeño, no logra convertirse en una fábula eficaz y olvida responder a grandes preguntas. De todos modos, su metraje corto se agradece, es capaz de sacar alguna sonrisa y trata de sensibilizar sobre la cuestión del medio ambiente

Firma: Marta Vivas